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martes, 22 de enero de 2013

MANTENER LA DISTACIA

A pesar de los deseos de mantener la distancia, no se puede dejar de lado la obligación moral. Y los escándalos con los que nos están torturando la clase política española nos obliga a denunciar públicamente el tejemaneje de estos politicastros.

Son ya demasiadas las desvergüenzas, demasiados los nombres que han salido a la palestra, para permanecer en silencio. Son demasiados los abusos cometidos bajo el escudo de la inmunidad parlamentaria. Nombres como Botín, Aznar, Mas, Cospedal, Rato, Zaplana, Serra, Boyer, Folgado, Matutes, Acebes, Pujol y un largo, larguísimo etcétera, hace que se nos sonrojemos sintiendo vergüenza ajena.

Y lo más vergonzante es la amenaza lanzada nada más y nada menos que por todo un Sr. Presidente del Gobierno de que quien ponga en duda la honorabilidad de su partido, va a ser demandado. Esa amenaza recuerda tiempos pasados y que suponíamos olvidados. Al Sr. Rajoy hay que recordarle que las sospechas de irregularidades se limpian con una investigación a fondo y haciendo públicos todos los datos. Las amenazas son métodos represivos de la época anterior a nuestra democracia. Que después de casi 40 años se vuelva a recordar comportamientos de la gente del generalito como decía aquel “manda huevos”. Aunque también puede ser que Don Mariano se haya puesto nervioso, algo impropio en todo un Presidente del Gobierno que además, según dice, no tiene nada que ocultar. ¿Dónde quedó la tan prometida transparencia?.

Los escándalos se van sucediendo cíclicamente como si se tratara de algo cotidiano, de lo más normal, etapas de la vida que se han de recorrer. Y los escándalos, los comportamientos delictivos, aunque tengamos que poner a continuación el adverbio derivado de presunto, no son algo que se enmarque dentro de la normalidad, al menos de la normalidad democrática. La democracia no está reñida, es más debe conllevar, ética, dignidad, honradez y vergüenza. Y da la impresión de que nuestra actual clase política parece haber olvidado esos postulados.

Casos como los de los EREs de Andalucía, el Caso Fabra, el caso Filesa, Naseiro, el de los “trajes”, el caso Gürtel, los ahora aflorantes y supuestos sobres negros, etc. , son algo indigno, pestilente y vergonzoso para toda la sociedad española. Al menos a los ciudadanos se nos cae la cara de vergüenza por haber elegido este tipo de representantes. Da la impresión de que se han cerrado en falso algunos procedimientos. Al menos esa es la sensación que da al saber de las actividades del Sr. Bárcenas. En tanto que se han dado mucha prisa en eliminar granos molestos, como el Sr. Garzón.

Hay algunas consideraciones que hacer a lo dicho, al hilo del tema de los sobres negros, por la Sra. Cospedal: se trata, supuestamente, de dinero negro que ha ido a manos de personas públicas, que ocupaban, y siguen ocupando, puestos para los que han sido elegidos por los ciudadanos. Los ciudadanos por tanto tenemos derecho a una información meridianamente clara, y la clase política la obligación recíproca de esclarecer y facilitar la investigación pública. Si se han manchado manos con dinero sucio, y no damos por sentado que sea cierto ya que planteamos el derecho a la inocencia mientras no se demuestre lo contrario, hay un doble delito: fraude a la ciudadanía y fraude fiscal. Si se demuestra que existen los delitos que caiga el peso de la ley sobre los culpables. En otros casos, como el de la tonadillera y el ex-alcalde, bien que se pretende, con justicia, un castigo ejemplar.

Asombra que se diga por la Sra. Cospedal que no tiene conocimiento de la existencia de sobres, que no hay reflejos en la contabilidad oficial de estos hechos, que no hay caja B. Evidentemente lo que no entra oficialmente ni sale oficialmente, no se refleja en ningún lado. Lo de que exista o no es lo que hay que averiguar. No bastan Sr. Rajoy y Sra. Cospedal con una auditoria interna y el encargo de una auditoria externa; el caso debe ser investigado, sin que haya ingerencias políticas, por la policía y por los servicios de inspección de la Agencia Tributaria. Y a partir de las conclusiones, si procede, plantear sendas denuncias contra los que haya que ir aunque la lista se componga de un rosario de nombres. Eso es lo que hay que hacer y dejarse de parcheos. Lo demás es ofender la inteligencia de la ciudadanía.

Porque que no olvide nuestra clase política, a la que nos ha tocado el purgatorio de sufrir, que en otros tiempos el comportamiento de los políticos, al menos de la mayoría, estaba en los parámetros de la honradez, le ética y la vergüenza. Quizá es que esté haciendo falta, con urgencia, una regeneración de los tres poderes que vertebran este país: el ejecutivo, el legislativo y el judicial. A lo mejor la regeneración debería hacerse en profundidad, en mucha profundidad.

Nino Granadero