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miércoles, 15 de abril de 2015

NO EMPLEAR LA PALABRA RESPONSABILIDAD EN VANO.


Cuando no se tienen argumentos o se han perdidos y se quiere convencer a los demás de algo que se pretende o interesa para sí mismo, siempre se recurre “al sentido de la responsabilidad de los demás” para que el otro se sienta culpable a lo que no se ha atenido de lo que se le ha pedido. Y es el caso de la Presidenta en funciones de la Junta de Andalucía. Porque… ¿Fue por su parte responsable el anticipar las elecciones autonómicas? ¿Quizás tuvo inestabilidad en su gobierno? ¿Sopesó lo que le interesaba a Andalucía? ¿Clamaban los andaluces por ese adelanto? ¿Fue por el interés general por la que las adelantó? ¿No fue por su propio interés por lo que las adelantó un año antes de que se cumpliera el mandato de los andaluces? ¿De qué va esta presidenta en funciones? ¿De qué va?  Echa a sus socios de gobierno. Se cree el cuento de la lechera. Se le rompe el cántaro y una vez despierta, ahora reclama “responsabilidad”, siendo la más irresponsable del globo. Por Dios. Por Dios. Por lo menos, un poquito de coherencia y decencia, al menos. No pida lo que no ha sido capaz de dar.

Pasa lo mismo que con los ex presidentes. Mucho “amor” por Andalucía. Mucho amor, pero que cuando le han visto las orejas al lobo, los dos, se han quitado de en medio sin rubor alguno. Del primero no es de extrañar porque vino “a palos” y se quedó hasta que tuvo la excusa perfecta (y tardó mucho tiempo) para volver, de nuevo, al lugar de donde vino, y el segundo, metido a presidente por abandono del primero, se largó cuando vio que le pisaban los talones y el lobo se lo comía. Amor. Amor. Amor. ¿Responsabilidad? Todas las “vereitas” llegan a algún camino y los caminos se hacen andando. No seré yo quien ponga en duda la honestidad, ni la inocencia de ambos. Qué va. Ni mucho menos. Otras instancias dirán lo que proceda sobre el particular. Sería un atrevimiento irresponsable, por mi parte, pronunciarme tanto en privado como en público sobre la conducta de ambos, aunque en mis adentros tenga ya formado un criterio sobre los comportamientos. Los refugios son lugares donde se esconden los que algo temen y estos lugares no los utilizan quienes nada tienen que esconder. ¿? Por nobleza, por responsabilidad y por respeto a Andalucía, los dos ex presidentes tendrían que haber dimitido de sus escaños en el mismo instante en el que fueron cuestionados.

Los andaluces hemos sido forzados, apelando a la responsabilidad, un año antes a unas elecciones innecesarias, preñadas de capricho, que podían esperar cumplir su ciclo completo sin necesidad de violentarlo. Y cuando se violentan las cosas, resulta lo que resulta. Los refranes son certeros y se cumplen. La avaricia rompe el saco y en este caso, no solo lo ha roto, sino que lo ha reventado. Los andaluces nos hemos pronunciado con responsabilidad, y hemos dicho lo que hemos dicho con coherencia, aunque los tertulianos, los analistas, los sabios de programas farragosos, bien pagados, donde no se entiende ni dios, pongan en duda la capacidad de los andaluces. Los andaluces estamos acostumbrados a todas esas memeces. Los andaluces hemos hablado y hemos dicho a los que hemos elegidos que se pongan las pilas, que dialoguen, que se pongan de acuerdo, que las políticas no pueden continuar por el mismo camino porque ya no nos valen, que hay que coger otro sendero que nos lleve, de nuevo, a las políticas sociales, de los derechos y obligaciones de todos los ciudadanos, de recuperar y mejorar lo que perdimos o nos quitaron otros, de un verdadero compromiso y una verdadera responsabilidad. No cabe la altanería, la prepotencia ni la arrogancia. Cabe el diálogo verdadero y sincero en pos de los andaluces y la humildad. No se puede decir en nombre de los andaluces, ni siquiera en nombre propio que “o yo, o el caos”, porque esto no es ni serio ni cierto. Es hora de hacer la verdadera política para y con los andaluces en un compromiso serio y responsable para que seamos un referente ante todos los Pueblos.

Las mentiras, las ocultaciones, las corruptelas, el tú más, los privilegios, las prepotencias, los “rodillos”, las altanerías, las políticas a favor de unos pocos en detrimento de unos muchos, deben pertenecer, para siempre, al pasado, para emprender el sendero de la verdad, de transparencia, de la igualdad, de la humildad, del esfuerzo, de los deberes, de las obligaciones, de los derechos, de las políticas a favor de todos y de la libertad. Y sobre todo de la libertad.

Las nuevas fuerzas políticas que los andaluces hemos elegidos para hacer nuevas políticas, no pueden caer en contradicciones con sus postulados. Los andaluces esperamos mucho de las nuevas formaciones en sus responsabilidades y en sus compromisos en esta nueva hora de la gobernanza de la Andalucía trabajadora, comprometida, culta, emprendedora, responsable donde cabe España y por supuesto, LA HUMANIDAD.


Simón Candón 15/04/2015

EL ELEFANTE BLANCO



Hay un animal que se repite de forma machacona en la naturaleza: el elefante blanco. Se trata de un elefante anciano, decrépito, con el pelo blanco y las facultades un tanto, o un mucho, deterioradas. Suele ir a la cola de la manada, pero de vez en cuando se le ocurre encabezarla como si estuviera en sus mejores años.

Curiosamente es algo que se viene repitiendo en el panorama político de nuestro país. Sin hacer distingos de credos políticos, hay políticos ancianos que se empeñan en mostrar el camino a la tropa de correligionarios. No tienen en cuenta los cambios producidos en la sociedad, ni la pérdida de facultades propias, ni la desconexión que tienen con respecto a los ciudadanos. No se dan cuenta de que ellos son historia, gloriosa para sus compañeros de afinidades políticas, ni de que ellos se encuentran en una cómoda, muy cómoda, jubilación, no entramos a valorar si merecida o no.

Los elefantes blancos, los auténticos, es decir los que tienen trompa, grandes orejas y cuatro patas, no son conscientes de que han perdido facultades; su vista suele ser mala, el olfato ha disminuido, ya no es capaz de rastrear las huellas, no distingue con claridad los cruces de los caminos, confunde los límites de los senderos, todos los árboles les parecen iguales, la ciénaga no ofrece contraste de limpieza o suciedad para ellos…

Cuando estaban en su plenitud, el orgullo, el tremendo orgullo que tuvieron gracias al gran poder que desarrollaban, les impidió establecer los límites seguros para que los depredadores, sus enemigos naturales, no tuvieran alcance al paraíso que disfrutaban su manada y la inmensa mayoría de los habitantes de la sabana, del mundo de los animales libres que no temían a los depredadores, o al menos no tenían motivos para el temor ya que el gran protector, el gran elefante, protegía su hábitat, el mundo en el que vivían. 

El depredador, paciente, cauto y sigiloso, esperaba que el paso del tiempo le diera paso. Dejó hacer al gran dueño de la sabana y se mantuvo cauteloso rondando los márgenes de los dominios del gigante. Y en cuanto tuvo la oportunidad, en cuanto vio que los cabellos del poderoso paquidermo blanqueaban, comprobó que las fuerzas habían bajado y se lanzó al ataque, a la conquista del mundo que hasta entonces había pertenecido al resto de cándidos animales.

Poco a poco, se fue adueñando de todo hasta que impuso su dominio con las razones de su fuerza y comenzó a oprimir a los herbívoros. Estableció la prohibición de circular por las veredas al resto de los animales, los caminos buenos a partir de entonces quedaron reservados exclusivamente para los depredadores, los que tenía prioridad para beber en las charcas eran ellos, los no depredadores tan sólo podían acceder al agua ya baboseada por los nuevos señores, las mejores sombras para descansar era para el gran depredador y su especie… y así cambió totalmente la selva.

El depredador ha mejorado mucho su calidad de vida y no es que antes la tuviera mala: es que ahora vive todavía mejor, mucho mejor. Ya no persigue las piezas, sino que obliga a los mansos animales a que le acerquen la caza para que sus compinches, los jóvenes que aspiran a gran depredador, ejerzan las tareas de acoso y caza. El gran depredador se aposta a la salida del desfiladero para atrapar al asustado animal que huye de sus perseguidores sin darse cuenta que cae directamente en las insaciables fauces del gran depredador que ahora no sólo es dueño de todo, sino que, además, saborea el mejor solomillo.

En tanto el elefante blanco se conforma, auto convencido, con beber el agua de segunda mano, caminar por los senderos llenos de espinos, baches y piedras y mantener su orgullo con las alabanzas vacías de los miembros de su manada. Eso sí, disimula como si tuviera el mismo poder de antaño.

Los cachorros de elefantes, los elefantitos, no han aprendido nada del elefante blanco, cuando en sus mejores tiempos fue líder y condujo a su manada hasta los mejores pastizales y las mejores lagunas. El elefante blanco no les dio la oportunidad de aprender.
Y lo peor es que no se dan cuenta de que hay tigres que están disputando los senderos y las lagunetas a los depredadores.

José Campanario