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lunes, 21 de marzo de 2016

NO SABE ni tampoco CONTESTA



El Sr. Rajoy es un pozo inagotable de inspiración para cualquier columnista que se precie. ¿Qué haría la prensa sin poder poner día sí y día también los “patinazos” de don Mariano, las “ignorancias” del jefe (en funciones) del Ejecutivo, sus “negativas” a explicar nada a los representantes elegidos por el pueblo (¿plebeyo deriva de pueblo?), etc. La última es de auténtica traca: ni don Mariano ni nadie de la cúpula del PP “sabía nada de los que ocurría en Valencia”. De seguir así, haría muy bien el Sr. Rajoy cobrando por sus “cosas” (previa declaración legal de compatibilidad, ¡eso sí!).

La última traca suena mucho más a mascletá: “El PP no sabía nada de lo que ocurría en Valencia”. Y eso que han tenido más de 20 años para enterarse; ¡pues ni por esas!. Esto puede desembocar en dos hipótesis, la primera opción sería que realmente no sabían nada y la segunda que se hayan podido hacer los “tontos”.

Tanto en uno como en otro caso, el asunto es de mucha gravedad. En cualquier país de nuestro ámbito, es decir, europeo, habría habido una auténtica cascada de dimisiones. Pero aquí no pasa absolutamente nada, “mantenello que no enmendalla” que decía el favorito de los reyes idiotas.

Verá usted, Sr. Rajoy, en Valencia hay evidencias de que han ocurrido cosas muy graves, y cuando usted dice que El PP no sabía nada de lo que ocurría en Valencia”, es que está asumiendo que han ocurrido cosas que no se ajustan a la normalidad y que usted ya está enterado del comportamiento “irregular” de cargos públicos de su partido. Y usted, Sr. Rajoy sigue sin asumir responsabilidades, aunque eso sí, cuando le toca el turno a los demás se le llena la boca de exigir que sean consecuentes y dimitan. ¡Aplíquese el cuento don Mariano!.

La práctica empleada por el Sr. Rajoy de apoyar y hasta de poner la mano en el fuego por más de uno que ahora está entre rejas, ya que han sido juzgados y declarados culpables, es decir delincuentes, indica que pudiera ser que se haya empleado la táctica del avestruz: esconder la cabeza para no ver lo obvio. Salta la duda razonable, muy razonable, de si realmente no sabían nada ni el Sr. Rajoy ni toda la cúpula del PP a nivel nacional, del estercolero donde, al parecer, estaba asentado el partido conservador en Valencia. En cualquier caso los ciudadanos de este país se preguntan si han sido torpes, realmente torpes, además de sordos y ciegos por no ver lo que era vox populi.

La conclusión es clara: ni don Mariano Rajoy, ni nadie de la dirección nacional del PP está legitimado para dirigir ningún gobierno; y ello por dos motivos: o sabían lo que había en Valencia, en cuyo caso serían copartícipes de la corrupción o no lo sabían, que es lo que dice el Sr. Rajoy y, seremos bien pensados, debemos creer sus palabras. En este caso la conclusión es que el Sr. Rajoy es un inepto que no es capaz de controlar ni siquiera su propio partido.

En ambos supuestos, el Sr. Rajoy no está capacitado para ser Presidente del gobierno; si no es corrupto, su inteligencia deja mucho que desear, lo que tampoco lo hace idóneo para ser Presidente del Gobierno.

Se está extendiendo una cantinela a nivel de calle: tienen la cara como el cemento armado.

José Campanario

martes, 15 de marzo de 2016

¡BASTA YA!



Esto no hay bicho viviente que lo entienda. Imposible. De un tiempo a esta parte, cada vez estoy más sorprendido. Con las generaciones mejores preparada hay menos entendimientos y menos capacidad de diálogo y a las pruebas me remito. Julio Verne, entre sus aventuras, dio la vuelta al mundo en ochenta días, y estos cuatro del apocalipsis, llevan más tiempo para ponerse de acuerdo de cómo empezar el viaje y todavía , ni si quiera han logrado comenzar. Paradoja de las cosas.

No sé por qué cada día es más difícil los diálogos. ¿será por aquello de la educación de la competitividad?  Lo que viene pasando desde el 20D no tiene ni pies, ni cabeza. O el Pueblo es tonto de capirote y no se entera de nada, o los electos (políticos) son demasiados espabilados y le toman en pelo descaradamente a los ciudadanos. Me inclino por lo segundo. Aquel día, el 20D, todos ganaron, de una forma o de otra. Y no les faltan razón a los electos (político) si nos atenemos solo al hecho de que "los electos" y partidos se agenciaron, para ellos, un período de cuatro años seguros de "trabajo", con salarios más que dignos, mientras que al resto de los mortales no tienen ese privilegio. Los elegidos sí han dado muestra de contundencia y se han puesto inmediatamente de acuerdo en cómo ocupar sus asientos en el congreso de los diputados. Pero... ¿qué es lo que pasa aquí? ¿Donde los asuntos importantes de Estado? Ver para creer.

Aquí, todo es al revés. El Pueblo cansado de tantas tropelías por parte de sus representantes legítimos, manifiesta en las urnas lo que quiere que se haga y le dice a sus elegidos que lo que vienen haciendo hasta ahora, hay que cambiarlo, y aquí viene los de "al revés"; los electos les dicen a los electores que se han equivocado en la consulta del 20D y que les van a volver a llamar, de nuevo, a las urnas para que no se vuelvan a equivocar , ya que lo mandatado el 20D no se ajusta a sus exigencias, a lo que ellos quieren que sea.

Hace dos legislaturas, las sociedad del bienestar, a última hora, empezó a desintegrarse, liderada por la izquierda, y el pueblo castigó a sus dirigentes mandándolos a la oposición y le entregó el poder absolutos a los de derechas para que cumplieran un programa, que presentaron, donde prometían la recuperación de la sociedad del bienestar, pero estos nuevos dirigentes, de derechas, ya instalados en el poder, no solo no cumplieron lo que prometieron, sino que fue el comienzo del declive de la sociedad del bienestar y durante su mandato, acometieron los recorte, en todos los sentidos, más brutales que jamás se hayan hechos y el fin de la existencia de la llamada sociedad del bienestar, para pasar a llamarse la sociedad de la pobreza y la desesperanza, por eso, en esta última consulta, la del 20D, el Pueblo, todos sus ciudadanos, han dicho ¡Basta ya! y les han mandatados a todas las fuerzas políticas para que se pongan a trabajar juntas, sin ideologías, sin partidismos, sin personalismos, sino con el único afán común de hacer emerger de nuevo la sociedad del bienestar, de volver a ser, por lo menos,  lo que fuimos, de trabajar por el bien común en vez del particular, que se aparten las facciones y que el sentir de todos sea el arrimar el hombro para sacar adelante a este centenario País del atolladero en el que se encuentra.

Los tertulianos dicen que el Pueblo es sabio y pone a cada uno en su sitio. Los politólogos se asemejan muchos a los tertulianos en sus apreciaciones. Los distintos medios de comunicación están en la misma onda y los políticos dicen lo mismo, pero...  pregunto yo, si todos coinciden en la misma apreciación ¿por qué los políticos, en concreto estos cuatro del apocalipsis, quieren quitarle la razón y la verdad al Pueblo? ¿será que el Pueblo tampoco es sabio y no pone a cada uno en su sitio, y que a fuerza de repetir la misma cantinela de que el Pueblo es sabio  por las partes interesada, la mentira la hacen verdad para continuar con el mismo sistema? ¿será esto último?

La globalización del mundo ha convertido a la sociedad en un mercado de abastos. Reflexionen sobre el particular y saquen conclusiones.

Todo  el mundo globalizado está fuera de madre. De un tiempo a esta parte, cada vez estoy más sorprendido. No hay quien lo entienda, sobre todo, los ciudadanos de a pié. La buenas formas se han ido por las alcantarillas y pulula por el ambiente la chulería y la arrogancia. Y de esto, los ciudadanos ya estamos cansados y asqueados. ¡Hartos! ¡Basta ya! ¡coño! Poneros de acuerdo y haced vuestro trabajo, que además, estáis bien pagado y para eso se os paga, para que lo hagáis. Tenderos las manos en beneficio de todos. Esto no es difícil de entender, ¿no?


Simón Candón 15/03/2016

martes, 8 de marzo de 2016

EL TEJADO DE LAS CIGÜEÑAS

Aquella curva de la carrera siempre era un peligro; sobre todo para los automovilistas que tenían la afición de tomarla por la izquierda y ahorrarse así de levantar el pié del acelerador para salir con más velocidad de la revuelta. Eran muchos los que pensaban que la carretera secundaria que unía los dos pueblos, por el buen estado del asfalto, era la pista ideal para demostrarse a sí mismo y a los descerebrados copilotos que se atrevían a ir de acompañantes, que se podía conseguir una media de 150 km/h en el tramo de 10 kilómetros que unía los dos pueblos.

Y cuando se vuelve de una noche movida, en la que se ha probado de casi todo, a pesar de que la luz del amanecer resta claridad, la temeridad es la compañera que hace perder miedo, prudencia y raciocinio.

Estuvo a punto de salirse de la carretera, cuando tuvo una visión que le asombró: el tejado de la casa que estaba al borde, saliendo de la curva, estaba lleno de cigüeñas.


– ¡Deben ser más de doscientas cigüeñas!- gritó desconcertado a su acompañante que se había quedado sin habla-. ¡Nunca había visto tantas cigüeñas juntas!

Había podido dominar el coche, su Audi TT de segunda mano pero que “está de puta madre”, y frenar justo cuando estaba a punto de salir por la cuneta.

- ¡Tío, que mal fario me da esto!- resonó agitada la voz del copiloto.

Miró hacia atrás para asegurarse que no venía otro vehículo y, a pesar de que le temblaban las piernas, pudo salir del trance y alejarse del lugar.

– ¡Qué mal vajío me han dado las cigüeñas!- consiguió decir algo más calmado cuando avistaron el pueblo al que se dirigían.

– De todas formas, ahora a la vuelta tira por la carretera de atrás- el copiloto no había superado el pánico originado por la vista de los enormes pájaros sobre el techo de la vivienda.

Por la tarde se empezó a correr la voz por todo el pueblo: habían encontrado muerto a Paco el de las Tejas a menos de cincuenta metros de su casa. Cuando Juan José, el temerario piloto, mientras apuraba el café negro para despertar de la modorra, escuchó comentar el hallazgo a su vecino en la barra de la cafetería, recordó cómo él había sufrido la inesperada visión de la bandada de cigüeñas posadas en el tejado.

– Lo ha encontrado el vecino de la parcela que está detrás de la casa, que iba con su moto a las faenas, como todos los días- continuó el relato.

Luego, con todo lujo de detalles, contó cómo la guardia civil acudió, cómo esperaron a que llegara el juez de guardia y cómo llevaron el cadáver al depósito “para que el forense haga la autopsia”.

Paco el de las Tejas era un solitario de trato huraño al que no se le conocían amigos ni pareja. Había sido protagonista de algún que otro episodio violento. “Dos veces tuvo que ir al juzgado”, se encargó de recordar uno de los contertulios que ya formaban un singular coro alrededor del narrador.

Lo habían encontrado tumbado boca abajo en el camino, cubriéndose la cabeza con sus dos manos, en un charco de sangre y con heridas en todo el cuerpo.

- La camisa y el pantalón casi no se distinguían, entre los agujeros y la sangre- un tono de sadismo rozaba el comentario del narrador.



Paco el de las Tejas siempre había vivido sólo en aquella casa, no se le conocían familiares ni amigos y su única compañía era la de una burra con la que llevaba al pueblo lo que cosechaba en la huerta.

Nunca se supo pero la tarde anterior Paco, en un arrebato de amargura consecuencia de su soledad, había destruido el nido que las cigüeñas ocupaban todos los años en la torreta metálica de la red eléctrica. El nido tenía dos huevos y la pareja de cigüeñas inquilinas de la morada, se quedó aquel año sin descendencia.

El forense no sabía a qué conclusiones llegar: era incapaz de establecer la forma cómo fue asesinado, porque tenía claro que Paco el de las Tejas había sido asesinado aunque no podía identificar con qué objeto se habían hecho las heridas, “algo similar a un cuchillo largo y hoja ancha”, “cuatro de ellas mortales de necesidad”, estableció en el dictamen. 

La guardia civil, por más que lo intentó, no encontró ninguna pista. El muerto no tenía amigos, pero tampoco enemigos; no era muy sociable, pero nunca, en las pocas ocasiones que acudió al pueblo, fue rechazado. 

– ¡Caso cerrado!- dictaminó el juez cuando se cumplió el plazo establecido por las leyes.

 José Campanario