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domingo, 11 de octubre de 2015

MAYORÍAS ABSOLUTAS

MAYORÍAS ABSOLUTAS

Ya se ha puesto en marcha la maquinaria. Durante los casi dos meses y medio que faltan para las elecciones, asistiremos al espectáculo de la clase política: descalificaciones, insultos, malos modos, acusaciones y todo un variopinto abanico de despropósitos, mala educación y falta de civismo. Lo peor es que ya no van a proceder tan solo de la “casta”, las formaciones políticas emergentes, como se califican a los nuevos partidos por los plumillas del mundillo sin que nadie sepa por qué se utiliza el epíteto emergente. (Emerger: Brotar, salir a la superficie del agua u otro líquido, Diccionario de la RAE.).

Y tendremos que soportar como, con todo el cinismo, habrá quienes reclamarán nuevamente una mayoría parlamentaria “para poder cumplir el programa electoral”. La experiencia de la ciudadanía es bastante frustrante: cuando una formación política consigue mayoría absoluta, ejerce su poder absolutamente. Surgen los malos modos parlamentarios, el “rodillo” y el desprecio a la ciudadanía, el ninguneo tanto a la oposición política como a los ciudadanos de a pié; se legisla para una minoría teniendo tan sólo en cuenta los intereses de una élite económica privilegiada. Se comienzan a dar pasos hacia atrás en los derechos sociales que tantos esfuerzos han costado al pueblo.

Tan sólo una legislatura con mayoría absoluta trajo avances sociales. Y quizás se debiera a varios factores como la bisoñez de los miembros del gobierno, que provenían de la oposición al anterior régimen y estaban fuertemente conectados a realidades sociales que exigían cambios radicales en las estructuras sociales y económicas de este país. Todavía, aquel primer gobierno respaldado por la primera mayoría parlamentaria, no había contraído el virus del rodillo parlamentario y la subestima, incluso desprecio, hacia el pueblo.

Luego, las mayorías parlamentarias fueron coincidiendo con estancamientos, cuando no retrocesos, en los avances sociales combinados con mejoras sustanciales para las minorías financieras controladoras del poder económico. Los datos estadísticos nos indican que nunca los bancos habían ganado tanto hasta que la democracia empezó a funcionar en este país.

Con la llegada de la derecha al ejecutivo no sólo se consolidan los márgenes desmesurados de beneficios de la gran banca y de las grandes empresas, sino que se amplían a la vez que comienza la política de la devolución de favores. Es, con la primera llegada del PP al gobierno, cuando empiezan a ser ocupados sillones en los consejos de administración por Ex-ministros, incluidos los primeros procedentes de gobiernos socialistas, y cargos similares. Y en contra de lo que se podría esperar no sólo no ha cesado esta práctica que roza la corrupción política por su falta de ética, sino que se ha aumentado con la llamada práctica de las “puertas giratorias”.

Durante esta última mayoría absoluta en la que se apoya el actual gobierno, hemos asistido al destape de corrupciones de los más variados colores políticos, tanto de la derecha como de la supuesta izquierda, nacionalistas, sindicalistas, en el gobierno central y en los gobiernos autonómicos, en gobiernos municipales, etc. Parece que la tarta que conforma esta nación está elaborada con pestilentes y corrompidas harinas y levaduras.

Los ciudadanos asistimos, ya sin asombro, a espectáculos bochornosos de monopolización (homogenización se podría decir) del poder, abusos por parte de quienes deberían garantizar los derechos, impunidad de delincuentes sociales y económicos respaldados y protegidos por quienes deberían perseguirlos, justificaciones y medidas con distintos raseros según el grado de afinidad, inmunidad de políticos corruptos, etc.

Los consagrados “poderes” constitucionales: legislativo, ejecutivo y judicial, dan la impresión de que están en las mismas manos. Cada vez es más exclusivo y restringido el club de los detentadores del poder y de los que deciden sobre vidas y bienes. Y cada vez es más excluyente el Poder, así con mayúsculas, con las clases populares.

Por eso, cuando a diario se inauguran obras, aunque no estén totalmente finalizadas, cuando el/la futuro/a candidato/a se marcan un “bailecillo” gracioso, cuando el político de relumbrón baja a tomar cañitas a la taberna de la esquina, cuando se recorren mercados, se hacen fotos con las amas de casa y se utilizan, en definitiva, todos los argumentos y trucos para parecer que son del pueblo, los ciudadanos debemos pensar, con el sosiego y el talento que caracteriza a este sabio pueblo español, que esta precampaña electoral o larga campaña que para el caso es  lo mismo, no puede engañarnos y que nuestro voto no puede ir para que los mismos sinvergüenzas, del color que sean, que nos han engañado y no consigan de esta forma mayorías absolutas. Tan sólo así no podrán cambiar su programa electoral de la noche a la mañana y empezarán a darse cuenta de que son los ciudadanos, y no una minoría  de políticos, los que deciden, con la fuerza de sus votos, qué futuro quieren para su país.    

Nino Granadero