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miércoles, 2 de diciembre de 2015

LA POBREZA DE NUESTROS GOBERNANTES


Sí, no se asombre usted, amigo lector, por el título que encabeza estas líneas. Nuestros gobernantes tienen la tremenda desgracia de ser unos pobres solemnes. Son pobres de inteligencia, pobres de visión de futuro, pobres de sentido social, pobres en solidaridad, pobres en sus metas… aunque eso sí, las carteras las tienen bastante llenas con sus astronómicos sueldos, no correspondidos con su rendimiento en el trabajo, y con las prebendas que se auto adjudican.

Da vergüenza ajena contemplar cómo los ciudadanos de a pié de nuestro país, año sí y año también, imparten lecciones magistrales de solidaridad, sentimiento, dignidad y calor humano que suplen la que falta a los que debieran ser ejemplo para nuestra ciudadanía.

Las recogidas organizadas por los distintos bancos de alimentos se saldan con toneladas aportadas por la gente. Y no es que sobren las “perras” ni que todos tengamos nóminas de 4 ó 5 mil euros como muchos de los políticos que nos “representan”; lo que ocurre es que somos mucho más personas, más humanos y tenemos mucho más corazón que la inmensa, la casi totalidad, de los que se sientan en poltronas para leer los periódicos, echar la cabezadita o hablar por teléfono (pagado con nuestros impuestos). Son muchos los ciudadanos que no llegan a los mil euros, incluso algunos de ellos cobran el paro. Y sin embargo cogen la bolsita y echan lo que buenamente pueden para que otros, que todavía están más marginados que ellos, tengan al menos algunas calorías con las que combatir el invierno.

Cada año, cuando se inicia la campaña de recogida de alimentos me planteo la misma pregunta: ¿no les da vergüenza a la clase política que tengan que ser los ciudadanos los que aporten artículos de primera, primerísima, necesidad a los desheredados de la fortuna, a los marginados de esta sociedad capitalista que nos maltrata? ¿No les causa bochorno el espectáculo tercermundista de los buscadores de comida en los contenedores? ¿Qué gobernantes tenemos? Salvo contadas y honorabilísimas excepciones (algún que otro ayuntamiento donde sus miembros siguen teniendo dignidad y ética), el resto sigue disfrutando de sus prebendas: coches oficiales que los recogen en sus casas para llevarlo al lugar donde supuestamente trabajan, cobro de dietas (aparte del sueldo) por ir a trabajar, desplazamientos pagados con cargo al erario público, teléfonos, ordenadores personales, etc. (todo tecnología de última generación, eso sí) a costa de los impuestos con que nos gravan nuestra actividad laboral, nuestro ocio, nuestra alimentación, nuestros consumos energéticos y hasta casi nuestra respiración.

Entre tanto, será para mantener sus privilegiados status y sus acomodadas vidas (la de la clase política), se recortan prestaciones sociales, se eliminan médicos, bomberos, policías, profesores, etc.  Ni un solo recorte en el número de parlamentarios de todos los ámbitos, instituciones obsoletas que tan sólo sirven para mantener los privilegios de los viejos elefantes de la política (Diputaciones, Senado, etc.). Es más, en el colmo de la desvergüenza se indemniza con unos 8.000 euros por barba a los parlamentarios que no van a repetir, cuando al currante que despiden de su empresa se le pagan 15 días por año de trabajo (limitados por supuesto y 8 días pagados con nuestros impuestos). ¡Para qué seguir!.

¡Y no se les cae la cara de vergüenza!

José Campanario