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miércoles, 26 de marzo de 2014

ENTRE BAMBALINAS


Se dice que la virtud está en el término medio y quizá haya algo de verdad en esa afirmación que a los despropósitos empleamos.

Y no es que sea un despropósito el que en estos días todos los españoles estemos ensalzando la figura y el trabajo de un hombre que prestó sus servicios a este País con absoluta entrega y su afán de culminar sus deseos de ser presidente de todos los españoles. Es cierto que no se le conoce que “trincara”, lo mismo que también lo es que fue honesto hasta para renunciar a su cargo cuando se podría haber, posiblemente, eternizado en el mismo.

El teatro de la política, como el de la vida misma por estar formado por humanos, se mueve entre bambalinas para luego salir, los actores, a representar el papel que ha de hacer en la obra, y los otros, los secundarios, los de atrezo, los representantes, los empresarios, se quedan entre ellas para mover todo el espectáculo, lógicamente acompañados por los espectadores, que esperan lo mejor de la obra. Mientras que todos los primeros se deben y trabajan para la obra representada y cobran por ello, los últimos, los espectadores, tienen que pasar por taquilla para que el ciclo sea completo.

Cierto es que todo muerto después de que lo es, siempre es bueno y con las mejores cualidades, y así lo manifestamos a los cuatro vientos aunque vivo, el finado, haya sido una mala persona. No es que este sea el caso, pero ensalzamos hasta lo infinito e impensable a las personas muertas aunque hayan sido lo peor de lo peor.

Y es aquí donde se manifiesta la maldad del hombre en la hipocresía desmedida con toda su intensidad y crueldad en la máscara de la vida para representar a la más vil obra teatral de las alabanzas de los personajes de las bambalinas.

En estos días, cuando todavía se guarda el luto, se habla de  sus muertes y abandonos de aquellos que se suponían amigos, empezando por aquel al que le dio y prestó lealtad infinita y que en esa muerte perdida en los tiempos, recogida en una imagen con el brazo echado por encima del hombre y de espalda, le dijo al que se le presumía amigo, (creo que en un acto de conciencia y cordura), pero… ¿y tú quien eres, gilipollas?

El actor principal de esta obra trágica, (el presidente Suárez) representó su papel extraordinariamente  bien en sus muertes, deseadas por los entre bambalinas, olvidadas por el propio actor y aplaudidas por el patio de butacas cuando el telón se echó abajo, como reconocimiento a su buen hacer.

Las imágenes marcan. Todos tirados por los suelos, como ratas, salvo tres. Él sentado y sin perder la compostura, aguantó la afrenta de unos innombrables. No se doblegó porque era y se sentía presidente de su pueblo, según confesó luego más tarde.

Los suyos, sus colaboradores, sus amigos, le traicionaron y le abandonaron y entonces vinieron sus muertes y sus olvidos para irse en silencio con las alabanzas de la hipocresía de ellos y el aplauso de los espectadores.


Simón candón 27/03/2014