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jueves, 28 de marzo de 2013

MERCADO DE ESCLAVOS

Cada vez más esta Europa se parece menos a la Unión Europea y más al Mercado Común. Y dicho lo anterior con rotundidad y sin segundas lecturas. Nuestro continente cada vez más se está pareciendo a un mercado en lugar del sitio común al que todos los europeos aspirábamos hace dos décadas.
Y no es cuestión de buscar culpables, aunque los hay y todos los tenemos en nuestra mente. Lo cierto es que somos los ciudadanos los cabezas de turco de los desmanes que la clase política está permitiendo a la clase financiera. Somos los ciudadanos los paganos, en sentido económico que no en el religioso, de las tropelías y los atropellos a los que somos sometidos a diario, casi a cada hora. Cada vez nuestras carteras corren más peligro y además vemos con impotencia cómo nadie, ningún organismo, ninguna autoridad (ni política ni moral), levanta la voz para llamar a la rebelión cívica. Porque una rebelión no tiene porque adoptar tintes violentos; una rebelión auténtica tiene que surgir desde el civismo, la educación y la cultura.
Muchos ciudadanos esperábamos el crecimiento del 15-M, pero el recién nacido movimiento ciudadano, se nos ha quedado aletargado, como adormecido en el éxito. Parece que se le hubieran entumecido los brazos y las piernas y se ha quedado sin capacidad de respuesta ante un sistema viejo, tunante y que sabe aguantar las acometidas de las ideas nuevas que no le interesan.
Así nos encontramos con la triste realidad de la tan temida Europa de las dos velocidades. Ese proyecto de dualidad intencionada de los países con supuesta tecnología más avanzada, se está haciendo una realidad gracias a la obediencia interesada de los dirigentes políticos que tan sólo dirigen sus propios intereses en detrimento de los intereses de los ciudadanos.
La dicotomía norte-sur es un hecho que nos están imponiendo con todas las armas posibles del sistema y con la colaboración, como ya hemos dicho, de aquellos que deberían defender las posiciones contrarias. Vamos encaminando los pasos de esta Europa, ya no le ponemos adjetivos, hacia dos clases de ciudadanos: ciudadanos ricos y ciudadanos pobres. Por supuesto que los ciudadanos ricos serán sujetos, sobre todo, de derechos, y los ciudadanos pobres seremos objeto de obligaciones.
La Europa del Norte, por denominarla en la terminología tradicional, está imponiendo su bota de hierro en forma de préstamos, venta de tecnología, compra de empresas de la Europa del Sur que pueden hacerle competencia para después aniquilarlas sin importar el paro que generen, reducción de derechos conseguidos con muchos esfuerzos sociales, empobrecimiento de la población, liquidación de empresas a bajo costo, etc. Lo que para la Europa del Norte supone crecimiento, para la Europa del Sur es miseria y caer en el abismo de la desesperación. Pero da igual. Ya hay autores que están avisando de estallidos sociales.
El Sur tiene un destino y unas funciones claramente establecidas: ser los esclavos del Norte. Y que suene lo fuerte y lo duro que cada cual quiera estimar. La realidad pura y dura es que están siendo reservados los ciudadanos de la Europa del Sur para ser los criados de los nuevos “señoritos”. De ahí la estrategia de salarios bajos, de rebajar los costes laborales a los empresarios, de retroceder en derechos sociales y en prestaciones hasta que se consiga llegar a la mínima expresión, etc.
El sur está destinado a ser lugar de vacaciones, con borracheras de fines de semana incluidas de niñatos sajones, y hogar soleado para vivir la tercera edad de esos mismos países. Es un asilo dorado lo que se pretende instalar en nuestra tierra. Un asilo donde los ancianos sajones privilegiados estén bien atendidos por mano de obra especializada, a la vez que muy baratita, mientras nuestro sol alivia sus artrosis y sus reúmas.
También se pretende usar, de hecho ya está siendo una triste realidad, la mano de obra cualificada, formada en nuestros centros educativos y con dinero nuestro, para levantar los rendimientos en forma de PIB de esos países del norte europeo. Ya están nuestros ingenieros, nuestros médicos, nuestros enfermeros, nuestra juventud súper formada, mejor que la de ellos, dando altísimos rendimientos y sustanciosas plus valías en las cuentas corrientes de los bancos de los países donde trabajan. Porque no hay que olvidar que el norte, cuando tiene necesidad, tira de mano de obra para seguir con sus privilegios, con sus vidas cómodas y ahondando el abismo entre países ricos y países pobres. El término solidaridad no existe para ellos, o mejor dicho ya es algo anacrónico y desfasado, una antigualla, un auténtico arcaísmo. Cuando tuvieron ellos los problemas si era algo muy, pero que muy vigente. Ahora somos nosotros, los países del sur de Europa los que hemos heredado sus problemas, sus desmedidas ambiciones bancarias y su desaforado afán de colocar su producción en los mercados de los países del sur. Ese en el fondo es el problema: que quieren seguir viviendo, y muy bien, a costa de la vida de los ciudadanos del sur.
Llega a tal punto el refinamiento del sistema que no le importa dar entrada a terceros países con el señuelo del progreso. El monocultivo económico y productivo chino es una trampa a medio plazo para los propios ciudadanos de China. No se dan cuenta que el mercado capitalista, de los que son voceros los países del norte europeo, permite entrar, pero no deja libre la salida. Salir de este mercado tiene las puertas muy estrechas y muy bien vigiladas bajo el control estricto de los verdaderos sumos pontífices de la economía. Eso parece ser que no lo saben los dirigentes chinos.
De todas formas al mercado capitalista tiene un as escondido en la maga: todo el continente africano, todavía casi virgen. Cuando les interese, irán para “beneficiar” con el “progreso” a sus moradores.
Nino Granadero