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miércoles, 18 de junio de 2014

EL GRAN INDULTADOR


Nos ha salido rana el niño progre de la derecha. Desde que lo colocaron de Ministro de Justicia, don Alberto no deja de darnos disgustos. Y mira que le habíamos dado margen de confianza y de credibilidad. Era, antes de ser ministro, el político que más esperanzas y confianza generaba entre los votantes conservadores. Algunos, que nunca hemos votado la opción de la derecha, de todas formas decíamos como el refrán: “Aunque la mona se vista de seda…”.

Esa imagen, muy bien cuidada por cierto, de niño aplicado, de chico moderno y liberal, a pesar de la gomina, aunque a nadie se le escapaba su cercanía a conductas y doctrinas religiosas conservadoras, muy conservadoras, inspiradas en las enseñanzas de un santo proclamado, se sospecha, a base de dinerillo, hicieron albergar falsas esperanzas de modernización de la derecha.

La gestión de don Alberto al frente del Ayuntamiento de Madrid se puede resumir en una deuda mil millonaria (no heredada, ¡ojo!) de la capital, el fracaso dos veces consecutivas para obtener la celebración de los juegos olímpicos, lo que costó varios milloncejos a los españoles (que no a los madrileños), y algún que otro episodio más que debieron valer como “meritos” para situarlo en la carrera hacia un ministerio.

Ya instalado en el Ministerio comenzó a promocionar leyes “progres” de acuerdo con su verdadera ideología, que en nada tiene que ver con la imagen que muchos medios de comunicación se encargaron de propagar de Gallardón. Leyes tales como la de tasas que deja indefensa a la gran mayoría de los ciudadanos, la Ley del aborto (super recortado) que hace retroceder dos décadas al menos los derechos conseguidos por las mujeres y otras actuaciones “dignas de mención”, nos están dando la verdadera dimensión de este personaje: un embaucador que con sus movimientos de “trailero” (en términos políticos) ha conseguido engañar a mucha gente que, cautamente, confió en la derecha para depositar la papeleta de voto en las últimas elecciones generales.

Nos queda, por no alargar mucho el tema, una cuestión en la que también destaca la labor de don Alberto Ruiz Gallardón: su faceta como indultador nato. Y es que pare eso hay que valer, tener una cualidad cuasi genética para el indulto. Sobre todo para determinados indultos. No es cuestión de pormenorizar y hacer memoria de su gran actividad en el campo indultatorio (¡vale que sea el palabro!). Los indultos como consecuencia de sentencias relacionadas con Mallorca, con Castellón, conductores temerarios que producen muerte a personas inocentes, etc., forman parte de la hoja de méritos de este ministro. Es lo que podríamos denominar un indultador a troche y moche, sobre todo con sus amigos.

Por contra se niega de forma contumaz a conceder el indulto, propiamente a tramitar el expediente de indulto, a otros con sentencias cuyos fondos tienen un tufillo marcadamente político. Sobran los ejemplos.

Y como colofón a estas conductas indulgentes del Sr. Gallardón un caso que ha levantado ampollas y que la prensa pesebrera se ha preocupado por acallar con presteza: el indulto a un guardia civil (sus compañeros, la inmensa mayoría muy honrados, estarán abochornados) que al parecer tiene debilidades por la dirección cinematrográfica y se le ocurrió hacer sus pinitos dando muestras de su sentido del “humor”, ante un acoso sexual a una chica. Por cierto que el guardia civil indultado es hijo de un concejal del PP. ¡Claro que a lo mejor es una simple coincidencia, no queremos ser malpensados!.

El último episodio en el que se ve envuelto el nombre del Sr. Ruiz Gallardón es la fuga de su hijo tras un accidente de tráfico. Según dicen las malas lenguas (se publica en la prensa), parece que iba con alguna copita de más y el chico prefirió no esperar ante la amenaza del test de alcoholemia. Parece que la afición a las copitas es común entre los políticos de la derecha hispana.

No se podía esperar otra cosa tras el lance protagonizado por la Sra. Aguirre (doña Espe).


Nino Granadero