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sábado, 25 de agosto de 2012

BIPARTIDISMO



El sistema bipartidista en el que estamos inmersos se descompone. No está respondiendo a los múltiples problemas que se están planteando en el contexto actual. Ni responde a los intereses de la ciudadanía, ni a los intereses de la oligarquía.

Ambos intereses, contrapuestos, adversarios y enfrentados mismamente desde el nacimiento del capitalismo, y de su agudización con la revolución industrial y sus consecuencias sociales, tanto en el mundo laboral, como en lo referente al sistema económico que dio a luz la industrialización: el papel imprescindible de la banca como motor dinamizador de la economía.

Es ahora, en los principios del Siglo XXI cuando ambos intereses, los ciudadanos y los oligárquicos, confluyen en un campo común: la solución de la crisis. Y no es que las raíces de este enfrentamiento dual hayan sido resueltas ni mucho menos, es sencillamente que el objetivo común, sin entrar a analizar las causas, coincide en la solución a los problemas planteados al y por el propio sistema capitalista. En el fondo todo se reduce a un problema de auto canibalismo o de crecimiento del sistema: para crecer necesita devorar sus propios códigos de comportamiento.

Uno de los muchos problemas es buscar solución al anquilosamiento del sistema político. El sistema bipartidista está desfasado y además sin posibilidad de regenerarse. Y ello por muchas causas: falta de ideología o puesta a disposición de intereses espurios que nada tienen que ver con los intereses ciudadanos, acomodación al sistema, escasa representatividad real de los representantes políticos, falsa democracia interna en las propias formaciones políticas actuales, sustitución de intereses de la comunidad por intereses propios, agotamiento del sistema político y falta de imaginación para ilusionar (cada vez crece más el voto abstencionista), sistema autocrático vigente en los grandes partidos tradicionales, etc.

Los ciudadanos de a pié no se sienten representados por los candidatos propuestos, o mejor dicho impuestos, por los partidos. El sistema cerrado de elección de candidatos se identifica con la sumisión de los mismos a los líderes. Naturalmente todo se enmascara en una mejor operatividad y en la imposibilidad de formas totalmente participativas de todos los ciudadanos, o al menos un sistema que controle las decisiones y el funcionamiento de los órganos políticos por parte de la ciudadanía rasa.

Así vemos como en los últimos tiempos los programas electorales, lo que podríamos considerar contrato electoral, no sólo se incumplen descaradamente, sino que se toman decisiones totalmente contrarias a las prometidas, y ello de forma impune, para desesperación y desengaño popular.

De hecho los ciudadanos de a pie no distinguimos tan fácilmente el comportamiento real, no captamos las diferencias políticas entre los distintos partidos. Tan es así que vemos una especie de bolsa común o de intereses comunes de todos los partidos. Es el manido “son los mismos perros con distintos collares”. Y es que de hecho la praxis de gobierno difiere mínimamente. La línea es tan difusa que es casi imposible distinguir entre presupuestos y políticas reales de derecha o izquierda (PP-PSOE).

Los sistemas bipartidistas, amén de estar en fase agónica, triunfan tan sólo en los regímenes capitalistas puros y duros: EE.UU. y Japón. En tanto que en sistemas mixtos, o al menos con tendencias al desarrollo de políticas sociales (Francia, Inglaterra. Alemania, España, etc.), están tan al borde del abismo que, en la mayoría de las ocasiones, se precisa del apoyo de una formación política de menor entidad para gobernar. Son los llamados partidos bisagra. El caso de las mayorías absolutas en los países europeos es la excepción o el funcionamiento anormal del sistema democrático de nuestro entorno.

Por ello, como respuesta al bipartidismo inoperante que roza la ilegalidad más elemental, es necesario crear una alternativa real a los partidos tradicionales. Una alternativa seria, coherente y comprometida con los tiempos que nos tocan vivir. Algo de esto se ha dado en un país culturalmente similar al nuestro, en Grecia, con el nacimiento de Syriza. Esta formación no sólo ha resultado ser una alternativa al desmadre y la corrupción, por lo que parece generalizada, de los partidos políticos tradicionales helenos, sino que se ha convertido en la tercera fuerza política del país dejando marginados a partidos con tanta tradición como el PASOK. Syriza aúna las esperanzas de los ciudadanos griegos ante tanta desesperanza y abuso de los políticos tradicionales. ¿Sería posible una alternativa similar, que aglutine todas las esperanzas, en nuestro país?. Hay muchas razones para ello.

Si coincidimos con Jean Ziegler, vicepresidente del Consejo consultivo de Derechos Humanos de la ONU, en su particular análisis del actual momento histórico “Vivimos en un orden mundial criminal y caníbal, donde las pequeñas oligarquías del capital financiero deciden de forma legal quién va a morir de hambre y quién no. Por tanto, estos especuladores financieros deben ser juzgados y condenados, reeditando una especie de Tribunal de Nuremberg”. Proclamando alternativas tan “poco correctas políticamente” como “ocupar masivamente los bancos, nacionalizarlos y confiscar las arrogantes riquezas robadas por los especuladores financieros”. Lo que le lleva a criticar por inoperantes movimientos ciudadanos como el 15 M, concluyendo en que “hay que multiplicar rápidamente las fisuras en el muro capitalista para derrumbarlo y crear un nuevo orden mundial más justo“. Y concreta su estrategia para nuestro país cuando dice que ” los dirigentes españoles deben hacer lo mismo que ha hecho Rafael Correa en Ecuador, es decir, negarse a pagar la deuda, cuya amortización ya es altísima, porque es odiosa e ilegítima. Esto es, se ha creado, en gran parte, por la delincuencia financiera y la corrupción política, sin materializarse en inversiones reales”.

De estas tesis a proclamar como única alternativa la insurrección popular no hay nada más que un paso, y ese paso está a punto de darse por nuestra desesperada legión de parados, desahuciados, recortados… y cada vez más empobrecidos ciudadanos.

Nino Granadero