NACIONALIZAR PÉRDIDAS
Una
creencia bastante extendida es que las nacionalizaciones es algo típico de los
pensamientos económicos de izquierdas. Nada más erróneo, al menos en nuestro
país.
Las
nacionalizaciones más radicales y masivas en España han sido realizadas por la
derecha. Es más diríamos que por la extrema derecha. Son famosas las
nacionalizaciones del último gran dictador que nos tocó sufrir durante 4
décadas. Se nacionalizó durante aquellos años de falta de democracia y de
opacidad política, desde sectores alimentarios hasta sectores de tecnología
punta. El famoso servicio del trigo, la regulación y control del mercado del
aceite, por ejemplo fueron estandartes de las lanzaderas económicas del régimen
tardo franquista.
Sectores
como la locomoción, con SEAT a la cabeza, supusieron la punta de lanza
utilizada por el régimen impuesto tras la rebelión militar que supuso el fin de
la II República ,
para introducirse en el mercado automovilístico. También estuvieron
nacionalizados los altos hornos, el transporte, tanto ferroviario como
aeronáutico, la construcción naval, las minas. Al igual que sectores
estratégicos como el energético representado sobre todo por los carburantes y
la electricidad.
Por
nacionalizar hasta se creó una banca nacionalizada, y no me refiero al Banco de
España, sino a banca que encaminaba su actividad hacia la exportación, la
vivienda, la agricultura, etc.
También
era costumbre muy arraigada en el régimen dictatoria anterior la
“nacionalización” de empresas privadas con pérdidas económicas. Así a las
fincas ruinosas, en muchos casos por la nefasta gestión de sus propietarios, se
les daba salida por medio de la expropiación y el reparto de pequeños lotes de
tierras entre trabajadores asalariados del campo. Ese fue el origen de muchos
“pueblos de colonización”.
Ni
que decir que las nacionalizaciones eran seguidas del correspondiente abono
económico, en la mayoría de los casos a precios muy altos, para compensar la
“pérdida” de la propiedad de la empresa. Como factor común de todas estas
”expropiaciones” era la pertenencia de sus propietarios a las esferas de poder
adictas al régimen. Era una forma de socializar las pérdidas y de lavar la
cara, ante la desvergüenza de la inutilidad, de los propietarios.
Hacía
muchos años que estas “nacionalizaciones” no se ponían en práctica. Salvo la
expropiación de Rumasa (en su momento justa, legal y necesaria para los
partidos de izquierda y abuso de poder, anticonstitucional e injustificada para
los partidos de derechas) que a la larga, casi 30 años después nuevamente
expropiada la versión remasterizada, ha demostrado la nefasta gestión de los
“empresarios” Ruices-Mateos. Y ahora nos sorprende el Sr. Rajoy con una
“nacionalización” de un banco.
La
“nacionalización” de Bankia, el cuarto banco del país, es llover sobre mojado.
Llueve sobre las pérdidas por la mala gestión de algún que otro ayatollah de la
economía española. Y lo malo es que se sospecha que los intereses particulares,
en forma de acciones de la entidad nacionalizada, de este prócer económico y
“gran empresario” tienen todas las papeletas para permanecer intocables y de
mejorar su cotización, con las pertinentes ganancias, una vez “normalizada” la
entidad bancaria. Es decir que las pérdidas van a ser de los ciudadanos y
abonadas por los ciudadanos. Igual que pasaba en los años 60 con los gobiernos
del dictador ferrolano en estos temas de “nacionalizaciones” de las empresas
con pérdidas.
No
tenemos ninguna intención de poner sobre el tapete números que “avalan” la
gestión del Sr. Rato (don Rodrigo) y de otros “grandes” gestores bancarios de
nuestro país. Son de dominio público las cifras millonarias de sus
indemnizaciones y pensiones por la mala gestión realizada por ellos.
Ahora
toca pagar la (mala) gestión realizada en Bankia con los recortes que vamos a
sufrir millones de ciudadanos españoles en la Educación y en la Sanidad públicas. Y es
que, por lo que parece, los actuales mandamases democráticos no se han olvidado
de sus raíces y tradiciones. A ver si alguna vez toca nacionalizar las
ganancias para que sus beneficios reparen las brechas sociales que perjudican a
los de siempre, a las clases sociales más desfavorecidas.
Nino Granadero