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lunes, 12 de noviembre de 2012

CONFIAR EN LA JUSTICIA



El Tribunal de Justicia de la Unión Europea acaba de dictar una sentencia que debería remover cimientos en nuestro país. Para este tribunal, los prestamos hipotecaros que se conceden en España vulneran la directiva 93/13 de la U.E.. Dicho en lenguaje vulgar: que los bancos nos están robando. Para que vamos a andarnos con rodeos, es la traducción al lenguaje de la calle de la sentencia.

Lo más asombroso del caso es que los representantes del pueblo, entiéndase diputados y senadores, no se han dado cuenta hasta ahora que los abusos de los bancos van contra cualquier principio de justicia. No se entiende que si se valora una vivienda en 300.000 euros por ejemplo, cuando se vaya a ejecutar un embargo por impago del préstamo concedido en base a los 300.000 euros, resulta que ahora, según el banco, vale 100.000. ¡Y los tribunales se lo tragan!. Parece que el tribunal europeo ha caído en la cuenta que el principio de justicia brilla por su ausencia en estos contratos y, mucho más en su ejecución. A lo mejor ya va siendo hora de que algunos presenten un papelito donde digan que dimiten; simplemente es hora de que en política también exista coherencia. O, ¿es mucho pedir?.

Quién piense que el tirón de orejas del Tribunal de Justicia de la Unión Europea ha causado algún efecto, a lo mejor en poco tiempo se da cuenta, que es tan sólo un espejismo y que hay mucho caradura suelto por la Carrera de San Jerónimo. La charla PP-PSOE tan sólo quedará en escena de sofá y algún que otro cafetillo. Muchos ciudadanos van a observar, una vez más, que la política económica en este país tiene sus despachos en el Paseo de Pereda nº 9 (Santander), en Plaza San Nicolás, 4 (Bilbao) y en Plaza Antoni Maura, 3 (Barcelona).
Lo más sangrante del caso es que han habido dos propuestas para modificar la Ley Hipotecaria. Y las dos propuestas han sido con mayorías distintas en el parlamento español y con gobiernos de diferente signo político: uno de derechas y otro de izquierdas. Al menos que se recuerde haber leído en la prensa, las dos propuestas de modificación han sido presentadas por dos formaciones políticas con representación minoritaria en el Congreso de los Diputados. Quizá por eso es por lo que han sido rechazadas. En ambas propuestas se recogía la dación en pago como forma de liquidar la deuda. Es lo más lógico: si Vd. compra un coche y no lo paga, se lo quitan y en paz, todo lo más le hacen pagar los gastos. Pero con las viviendas no.

Luego viene la ejecución de la sentencia: el desahucio. Y todo el lamentable espectáculo que acompaña a tan desagradable situación: funcionarios obligados a cumplir las órdenes, personas que ven cómo los esfuerzos de toda su vida se van al traste, niños que no entienden por qué van a tener que dormir en la calle, ancianos sentados en un sofá en la acera, etc. Se nos viene a la mente, de forma inconsciente, imágenes que confundimos con películas, en blanco y negro, de tahúres y usureros.

No es que nuestra sociedad conduzca a la deshumanización; es sencillamente que la postura draconiana de los bancos hace recordar el drama de William Shakespeare “El mercader de Venecia”. Con la diferencia de que en la obra shakesperiana la justicia impide, mediante la exigencia del cumplimiento literal del contrato, que no se ejecute la venganza del usurero, es decir el juez impone JUSTICIA. Ahora se cobra la libra de carne, da igual que se derrame sangre o que se perforen sentimientos en lugar de vísceras. Lo más importante es que los bancos cobren lo acordado, aunque a todas luces se trate de contratos leoninos, injustos e inhumanos, aunque eso sí totalmente legales. Y es que, recordando el aforismo, una cosa es la ley y otra la justicia.

No cuenta que la ejecución de la sentencia se acerque mucho a lo que una persona lega en leyes pueda considerar robar, legalmente eso sí, lo que convierte el robo en cobro. No importa que las consecuencias lleven a contar por cientos los suicidios, de los que tan sólo una mínima parte son reflejados en los medios de comunicación. A lo mejor es que no es políticamente correcto dar tanta información al populacho. Vemos como diariamente se arroja una mujer al vacío, se suicida un hombre en Granada, … El drama de perder la casa ya es habitual pero, no por ello, deja de pegarnos un pellizco al estómago cada vez que vemos cómo sacan los muebles a la calle y cómo un anciano se sienta en el sofá pasado de moda puesto en la acera.

Y nos surge a casi todos una pregunta: ¿a quién representan esos señores tan serios, formales y trajeados que ocupan pomposamente sillones de cuero y maderas nobles en el Congreso de los Diputados y en el Senado como si fueran sus propietarios vitalicios?. Podría dar la impresión de que en lugar de representar a los ciudadanos que los votaron, representan tan sólo a los bancos que les conceden los préstamos para financiar las campañas electorales.