Día veintidós de diciembre.
Ya se ha jugado la lotería de Navidad. Es media tarde. Casi anocheciendo. Acabo
de llegar de estar en las grandes superficies de compra. Es una locura.
Tropiezos por un lado, empujones por otro. Estrecheces. Carreras. Prisas.
Agobios. Ansiedades. Sofocos. Todo un esperpento. Quiero contar un cuento de
Navidad. Mi mente hierve. ¡Hay tantas cosas que contar! ¿Realidades? ¿Mentiras?
¿Cuentos? Porque... si plasmara aquí las realidades del día a día que he tenido
la suerte de vivir, o las mentiras en las que nos movemos, seguro que tengo
material, casi infinito, para contar, no solo un cuento, sino miles de cuentos.
Pero hoy, hoy voy a contar un cuento de historia de un cuento. Breve. Muy
breve. Voy a huir de las locuras; de los empujones; de las carreras; de las
prisas; de los agobios; de las ansiedades; de los sofocos; de los esperpentos;
incluso de los empujones de las grandes superficies en donde parece que el
tiempo se acaba y se quiere salir a toda costa de ese infierno del gasto banal
y consumista. Me encierro. No quiero saber nada del exterior que tanto me
oprime. Nada de nada. No quiero saber. Me recluyo. Fuera banalidades.
Mi cuento es recogido;
sosegado; tranquilo; armonioso; de emoción; de reconocimiento; de conmemoración
o incluso, me atrevo a decir, de pleitesía a un héroe, de mi héroe, por qué no
decirlo, porque de eso tratan generalmente los cuentos ¿no? de héroes.
Pues vamos allá.
Voy a comenzar mi cuento
como se suele hacer cuando se cuenta: "erase una vez que se era" de
un día de un mes de Marzo o Abril, no se sabe con certeza si fue el uno o el
otro, pero seguro que era en primavera donde la naturaleza se muestra
esplendorosa y la vida cobra sentido con mayor fuerza, de hace
muuuuuuuchooooooss añooooos, que nació
un niño, según la leyenda, en un pesebre al calor de un buey y una mula, en un
establo porque nadie quería acoger a esa madre, de nombre María, con dolores de parto acompañada de su esposo José.
También dice la leyenda que una estrella llevó hasta ese lugar de nacimiento a
tres magos, al parecer Reyes de Oriente, para ofrecerles regalos. Al tener
conocimiento de este hecho los poderosos e hipócritas del lugar y sus secuaces, desde
ese momento, empezaron a preocuparse por ese niño, del que decían que era el
rey que esperaban. Ya, un tal Herodes, cuando se enteró que este niño había
nacido, mandó a su ejército de puerta en puerta por toda la ciudad de Belén
para que, como no sabía quién era ese niño, mataran a todos los varones recién
nacidos. Y así lo hizo, pero no encontró al niño que nació en el pesebre de un
establo a las afueras de Belén, a quien le llamaron Jesús y a quien todo un
Pueblo le estaba esperando como un Héroe que le salvaría de la esclavitud a la
que estaba sometido. Desde entonces, nos
cuenta la leyenda, por estas fechas,
celebramos tres acontecimientos en su honor. El primero, con gran regocijo y
alegría, el de su nacimiento, el de
Jesús, donde padre, madre e hijo están juntos en familia ,por eso, la Navidad.
El segundo, muy triste e indignación, el de la matanza de los niños por mandato
de Herodes, que murieron a manos del ejercito siendo inocentes y el tercero, el
de los Magos de Oriente, al parecer reyes, que le llevaron regalos al recién
nacido. Así se cierran estas fiestas sobre la leyendas de unos acontecimientos
que sucedieron hacen muuuuuuchooooossssss añoooooos de un niño nacido en Belén, en el pesebre de
un establo, a las afueras de la Ciudad, al que le pusieron por nombre Jesús, que
traía la esperanza de la liberación de su Pueblo con las única armas que puede
blandir un hombre de bondadoso, como es la Palabra para pedir la Paz y el Amor entre
todos los hombre.
Simón Candón 22/12/2016