Somos testigos de un hito histórico: la primera vez que un
partido de izquierda va a facilitar el Gobierno a la derecha en este país. Todo
se justifica en el interés de España, desde las posiciones socialistas, que a
su vez coinciden sorprendentemente en los mismos términos con la derecha. No
parecen identificarse las bases del PSOE con sus dirigentes y, por ello, el
divorcio está servido. Traerá o no consecuencias, todo depende de lo atadas que
tengan los cargos institucionales las asambleas locales. De todas formas tiene
mala pinta, sospechamos que puede llegar la sangre al río y, ante las posturas
irreconciliables que se darán, puede estallar la bomba de la ruptura, el peor
escenario imaginado para la izquierda socialista.
El PSOE ha sido torpe, muy torpe dejando que se apropien del
terreno, del escenario político revuelto de este país, los medios de
comunicación afines al PP ayudados, todo hay que decirlo, por figuras
históricas del socialismo hispano. Los “jubilados” del PSOE han demostrado
tener más fuerza, habilidad y poder de maniobra (la veteranía es un grado) que
los ejecutivos elegidos por los militantes. Esto ha creado serias dudas sobre
el funcionamiento democrático de un partido más que centenario que ha quedado
al mismo nivel, o casi, que el PP de don Manuel Fraga: imponer criterios y
dirigentes sin pensar ni contar con las bases. Duro, pero así de real. Al menos
es lo que piensa el ciudadano de a pié. Insistimos, el PSOE ha permitido que la
presión los desarbole cuando debió haber sido para el Sr. Rajoy y su formación
acuciado para formar gobierno y defender “el interés de España”, que, dicho sea
de paso, han conseguido no sólo salir beneficiados, sino además meter en una
grave crisis al principal partido, de momento, de la oposición.
Son las consecuencias de estar tanto tiempo, por parte del
PSOE, nadando en aguas revueltas y no conseguir salir del desierto ideológico,
de no ser capaz de auspiciar un proyecto social con los cambios profundos que
requieren los momentos actuales, de estar incapacitados para soltar amarras, de
seguir pegado y atado al sistema y de
permitir que los “elefantes blancos” se erijan en guías y portavoces del
colectivo progresista, cuando en realidad no son más que portavoces de sus
propios intereses.
Y todo esto, el escenario de la postura abstencionista
favorecedora a la derecha, traerá consecuencias. De momento la pérdida del
lugar como referencia de la izquierda, el espejo en el que se puedan mirar las
personas progresistas de este país. Otras consecuencias en segundo lugar, por una
cuestión temporal, será el abandono del electorado que sufrirá el PSOE y, lo
que es mucho más grave, la reducción drástica de su militancia. Es posible que
las mesas de Ferraz se vean repletas de bajas de afiliados, el abandono puede
ser masivo, por dos razones: por lo doloroso de colaborar con la derecha y por
el ninguneo al que los dirigentes han sometido a sus bases.
La consecuencia a medio plazo para el PSOE puede ser ocupar
el espacio de los llamados partidos bisagras, es decir una representación parlamentaria
sin peso específico, sin poder de decisión y tan sólo disponible para reforzar
las voluntades del más fuerte. Es lo que viene siendo pasar a un segundo plano
político, a ser un segundón, ni chicha ni limoná.
Claro que no sólo depende del PSOE, los movimientos de
Podemos, las decisiones que tomen los del partido morado y su capacidad para
enamorar a los votantes y ciudadanos progresistas, tendrán mucho que ver con el
futuro del socialismo tradicional en España.
José Campanario