Se
nos quedó el cuerpo cortado. Nadie esperaba que un avión de esas
características, con tanta supervisión técnica, con un elenco de ingenieros de
primera, primerísima línea en la nómina del Consorcio Airbús, tuviera un
accidente.
Cuando
salió, casi de inmediato, un directivo alemán de la empresa expresando su
convencimiento de que el accidente del Airbus A-400M tenía todos los visos de
ser a causa del mal montaje, muchos, entre otros este que firma estas líneas,
pensamos que el sector alemán de la empresa jugaba como los malos tahúres: a
ganar y a no perder, y a ser posible con las cartas marcadas.
Una
vez finalizado el análisis de los datos aportados por las “cajas negras”, ha
saltado la sorpresa (para algunos, porque sinceramente para muchos no tenían
ninguna credibilidad las palabras del directivo alemán de Airbús): ahora
resulta que el fallo es del sistema de control de los motores. ¿Saben ustedes
quién fabrica el sistema de control de los motores?, ¡exacto!, se fabrica en
Alemania, en la superpotencia tecnológica europea, según se empeñan en
querernos demostrar, día sí y día también, tanto los medios de comunicación,
los círculos de influencia económica y
los políticos europeos, subsidiados por UE, que no por la Sra. Merkel, con
dinero de todos los ciudadanos europeos del que, por cierto, Alemania aporta
una pequeña parte, menos de lo que algunos intentan demostrar.
Si
no nos falla la memoria, ya es la cuarta gran metedura de pata del “perfecto”
engranaje germano: la primera cagada fue la crisis de los pollos por la que
infectaron a media Europa con aves salidas de granjas alemanas, la segunda la
crisis financiera de los bancos alemanes (todavía da coletazos) que dejó al
descubierto la ineptitud de la inmensa mayoría de los banqueros teutones. No
hay que olvidar la compra de bonos basura de EE.UU que hicieron masivamente las
entidades financieras alemanas y cómo hubo que rescatar a la banca del país de
la Sra. Merkel. Claro que este episodio es casi desconocido porque no interesa
a los círculos de poder que se conozca. Prometemos que intentaremos volver
sobre el tema del que hay abundante e irrefutable documentación.
La
tercera diarrea fue la de los pepinos. Esa nos afectó directamente a los
españoles a pesar de ser un problema estrictamente alemán, de mala praxis
sanitaria e higiénica de los súper perfectos alemanes. Lo cierto es que las
pérdidas del sector agrícola almeriense fueron muy cuantiosas a pesar de las
miserables indemnizaciones que se dieron a los agricultores para cerrarles la
boca. Indemnizaciones pagadas por la UE, con dinero de todos los europeos, no
por Alemania, como debería haber sido ya que fueron ellos los culpables y los
malos administradores de la crisis.
Antes
de todo esto sucedió un hecho largamente esperado y anhelado de forma obsesiva
por los ciudadanos germanos: la unificación de las “dos Alemanias”. Algo que
costó a las arcas comunitarias varios cientos de millones a pesar de que
todavía no estaba el jodido euro en circulación y no nos habían subido los
precios a los españoles cerca de un 200%. Parece que este hecho también se le
ha olvidado a los ciudadanos alemanes al igual que los destrozos que hicieron
cincuenta años antes en toda Europa y por lo que se comprometieron a pagar los
daños ocasionados, cosa que no han empezado a hacer todavía y parece que no
tienen ni la intención. Así se levanta cualquier país. No pagando las trampas
que se tienen y recibiendo ayuda que no tienen que devolver, no hace falta ser
un genio para salir de la crisis. Esa es la genialidad y el tesón de los
alemanes, no hay más. Tendríamos que exigir a nuestros gobernantes que dejaran
de mentir a la opinión pública y que no tengan tan mala memoria, exigiendo que
cumpla todo el mundo y no sólo los periféricos, porque, ¡vaya cómo se le
aprietan por el contrario las tuercas a los griegos!.
En
el caso del Airbús, ya hemos apuntado algunas líneas: la imprudencia, no exenta
de mala intención, del directivo alemán de Airbús, la mala calidad de los
componentes fabricados en Alemania y aventurar un juicio a pesar del
desconocimiento de los datos. Pero eso sí, acusando de mala práctica y falta de
calidad profesional a los trabajadores españoles aunque no haya ni un sólo
motivo para ello. Habría que recordar que todos los retrasos, que están
costando millones, en la fabricación de este súper avión se han debido a
ingleses, franceses y alemanes, ni uno sólo a las factorías españolas.
Creo
que hay que poner las cartas sobre la mesa y que los tahúres germanos queden al
descubierto y asuman su responsabilidad. Y esto no tiene nada más que un camino: HAY QUE EXIGIR LA DIMISIÓN del bocazas directivo alemán de Airbús por
dos razones: por desprestigiar al Consorcio europeo y por su mala intención de
culpar a otros de sus errores. Y mucho más cuando estos otros, en este caso los
españoles, tienen una fama, gestionada por foráneos, de vagos, torpes y poco
preparados. Y ello a pesar de que las empresas alemanes se están llevando
nuestros talentos.
Dos
pequeños apuntes finales sobre el tema: CASA, empresa española miembro del
Consorcio Europeo de Airbús, ha estado surtiendo de aviones a los ejércitos de
medio planeta desde hace más de cincuenta años y son las aeronaves que menos
accidentes han tenido. Y otro dato que tampoco ha mencionado el lenguaraz
germano directivo de Airbús: gracias a la
pericia y el valor del piloto del A-400M siniestrado, se evitó una
catástrofe que podría haber adquirido gigantescas dimensiones. Por cierto, el
piloto era ESPAÑOL y se llamaba Jaime de Gandanillas.
¿Alguien duda
todavía que hay que exigir la dimensión del directivo alemán de Airbús?
Nino Granadero.