MAYORÍAS ABSOLUTAS
Ya se ha puesto en
marcha la maquinaria. Durante los casi dos meses y medio que faltan para las elecciones,
asistiremos al espectáculo de la clase política: descalificaciones, insultos,
malos modos, acusaciones y todo un variopinto abanico de despropósitos, mala
educación y falta de civismo. Lo peor es que ya no van a proceder tan solo de
la “casta”, las formaciones políticas emergentes, como se califican a los
nuevos partidos por los plumillas del mundillo sin que nadie sepa por qué se
utiliza el epíteto emergente. (Emerger: Brotar, salir a la
superficie del agua u otro líquido, Diccionario de la RAE.).
Y tendremos que soportar como, con todo el
cinismo, habrá quienes reclamarán nuevamente una mayoría parlamentaria “para
poder cumplir el programa electoral”. La experiencia de la ciudadanía es
bastante frustrante: cuando una formación política consigue mayoría absoluta,
ejerce su poder absolutamente. Surgen los malos modos parlamentarios, el
“rodillo” y el desprecio a la ciudadanía, el ninguneo tanto a la oposición
política como a los ciudadanos de a pié; se legisla para una minoría teniendo
tan sólo en cuenta los intereses de una élite económica privilegiada. Se
comienzan a dar pasos hacia atrás en los derechos sociales que tantos esfuerzos
han costado al pueblo.
Tan sólo una legislatura con mayoría absoluta
trajo avances sociales. Y quizás se debiera a varios factores como la bisoñez
de los miembros del gobierno, que provenían de la oposición al anterior régimen
y estaban fuertemente conectados a realidades sociales que exigían cambios
radicales en las estructuras sociales y económicas de este país. Todavía, aquel
primer gobierno respaldado por la primera mayoría parlamentaria, no había
contraído el virus del rodillo parlamentario y la subestima, incluso desprecio,
hacia el pueblo.
Luego, las mayorías parlamentarias fueron
coincidiendo con estancamientos, cuando no retrocesos, en los avances sociales
combinados con mejoras sustanciales para las minorías financieras controladoras
del poder económico. Los datos estadísticos nos indican que nunca los bancos
habían ganado tanto hasta que la democracia empezó a funcionar en este país.
Con la llegada de la derecha al ejecutivo no
sólo se consolidan los márgenes desmesurados de beneficios de la gran banca y
de las grandes empresas, sino que se amplían a la vez que comienza la política
de la devolución de favores. Es, con la primera llegada del PP al gobierno,
cuando empiezan a ser ocupados sillones en los consejos de administración por Ex-ministros,
incluidos los primeros procedentes de gobiernos socialistas, y cargos
similares. Y en contra de lo que se podría esperar no sólo no ha cesado esta
práctica que roza la corrupción política por su falta de ética, sino que se ha
aumentado con la llamada práctica de las “puertas giratorias”.
Durante esta última mayoría absoluta en la que
se apoya el actual gobierno, hemos asistido al destape de corrupciones de los
más variados colores políticos, tanto de la derecha como de la supuesta
izquierda, nacionalistas, sindicalistas, en el gobierno central y en los gobiernos
autonómicos, en gobiernos municipales, etc. Parece que la tarta que conforma
esta nación está elaborada con pestilentes y corrompidas harinas y levaduras.
Los ciudadanos asistimos, ya sin asombro, a
espectáculos bochornosos de monopolización (homogenización se podría decir) del
poder, abusos por parte de quienes deberían garantizar los derechos, impunidad
de delincuentes sociales y económicos respaldados y protegidos por quienes
deberían perseguirlos, justificaciones y medidas con distintos raseros según el
grado de afinidad, inmunidad de políticos corruptos, etc.
Los consagrados “poderes” constitucionales:
legislativo, ejecutivo y judicial, dan la impresión de que están en las mismas
manos. Cada vez es más exclusivo y restringido el club de los detentadores del
poder y de los que deciden sobre vidas y bienes. Y cada vez es más excluyente
el Poder, así con mayúsculas, con las clases populares.
Por eso, cuando a diario se inauguran obras,
aunque no estén totalmente finalizadas, cuando el/la futuro/a candidato/a se
marcan un “bailecillo” gracioso, cuando el político de relumbrón baja a tomar
cañitas a la taberna de la esquina, cuando se recorren mercados, se hacen fotos
con las amas de casa y se utilizan, en definitiva, todos los argumentos y
trucos para parecer que son del pueblo, los ciudadanos debemos pensar, con el
sosiego y el talento que caracteriza a este sabio pueblo español, que esta
precampaña electoral o larga campaña que para el caso es lo mismo, no puede engañarnos y que nuestro
voto no puede ir para que los mismos sinvergüenzas, del color que sean, que nos
han engañado y no consigan de esta forma mayorías absolutas. Tan sólo así no
podrán cambiar su programa electoral de la noche a la mañana y empezarán a
darse cuenta de que son los ciudadanos, y no una minoría de políticos, los que deciden, con la fuerza
de sus votos, qué futuro quieren para su país.
Nino Granadero