LA MUERTE DE UN DELINCUENTE
Hay muertes que, por la
identidad del fallecido, tienen una gran repercusión mediática. Y a pesar de
que sobrevuela una consigna de silencio que nadie ha dado, es un secreto a
voces que no interesa a muchos que se aireen determinadas situaciones.
Recogiendo el dicho popular: cuanto más se remueve la mierda, más apesta. Sea bien
entendido que no hay ánimo de ofender ni al fallecido, ni atacar a la moral de
ninguno de sus allegados y amigos.
Miguel Blesa era un
delincuente. Así lo había dictaminado
una sentencia judicial por la que se le impusieron 6 años de cárcel por haber
cometido un delito de apropiación indebida, vulgo: robar (Caso de las tarjetas
black). Hasta aquí nada que no sea conocido por la opinión pública. Una
sentencia condenatoria por haber cometido un delito implica que el condenado es
un delincuente, lo de calificarlo como delincuente de guante blanco o de ganzúa
es harina de otro costal.
Pero el fallecido,
tristemente fallecido para sus allegados, tenía pendiente otros dos juicios en
calidad de acusado: uno de ellos por estafa en el caso de las Preferentes y el
segundo por los sobresueldos de Caja Madrid. A los seis años de cárcel que ya
redimía, se podrían acumular, posiblemente, un mínimo de otros diez años de
reclusión. Para Blesa iba a suponer ingresar de nuevo en prisión ya que, ahora
sí, había sido condenado con anterioridad y por lo tanto, no podría gozar de
ventajas a la hora de revisar a la baja su expediente carcelario.
¿Puede haber pesado
demasiado el negro panorama que se le presentaba a Blesa para tomar la decisión
de suicidarse? La teoría del suicidio es la que parece tomar cuerpo en las
investigaciones, al menos es lo que se filtra en la prensa en estos momentos. No
es que dudemos de la próxima versión oficial sobre la muerte del tristemente
famoso fallecido, pero son muchas las interrogantes que se plantean en estos
momentos: ¿Beneficia a alguien la desaparición de Blesa? ¿Quién devolverá lo
robado si la Justicia dice que hay que reponer lo sustraído? ¿Continuarán los
procesos abiertos a pesar de que ya no pueda ser acusado por haber muerto? ¿Sus
familiares tienen responsabilidad? ¿Responderá la entidad financiera del fiasco
y de la mala gestión, parece que intencionada, del que era su máximo
responsable?... Son muchas las dudas que surgen y muchas las inquietudes de los
perjudicados. La justicia debe actuar con criterios de equidad acordes con la
moralidad (o falta de la misma) de los acusados y las justas aspiraciones de
los perjudicados.
Si por algo pasará a la
historia Miguel Blesa, a pesar de que poderosos intereses tratarán de ocultar
la basura con cenizas, humo, gruesas cortinas y todos los medios a su alcance, será
por ser el máximo responsable de timar a más de 3.000 pensionistas. El título
de timador, al menos para la mente de los estafados, no se lo quita nadie. El
poder y los medios que sean capaces de exhibir y costear los que se beneficien
de acallar el escándalo, determinarán el tiempo que dure en la memoria el
“honorífico” título de embaucador.
Atrás quedan los ancianos
engañados con las preferentes de Caja Madrid, presidida en aquellos momentos por
el ¿suicidado? Esos más de tres mil pensionistas perdieron los ahorros de toda
una vida de esfuerzos con los que habían previsto suavizar y mejorar el resto
de sus días, los años de merecido descanso, el derecho a tener una calidad de
vida y una seguridad económica que pisotearon, con malas artes, estos buitres
embaucadores que les dieron el timo de la estampita en forma de “preferentes”.
Por cierto que nadie ha
salido hasta el momento para lamentar la muerte del Sr. Blesa. ¡Qué
desagradecidos son algunos!, o muchos.