Podría empezar recordando, a modo de anécdota, a aquel Mariano del
tiempo en la incipiente TVE del siglo pasado, de colores blanco y negro donde
nos informaba, con los pequeños medios de los que disponía, cómo se iba a
comportar los dos o tres días más próximo al análisis del tiempo y… muchas
veces, hasta acertaba. Aquellos que teníamos la suerte de verlo, confiábamos en
él y él no nos engañaba, solamente que con los escasos medios de los que
disponía, ponía todo su empeño para dar la noticia más veraz y acertada para
provecho de todos. Pero hoy, no voy a escribir sobre ese D. Mariano. No. Ni
mucho menos. Y no es que no se lo merezca, que sí y en otro sentido muy
distinto y nada que ver con este otro del que voy a hablar, bueno, a escribir y
ese Mariano es el de los tiempos atemporales. Si, de los tiempos atemporales,
porque para este Mariano todo es atemporal, sin tiempos y de raíces profundas
porque de los brotes verdes no quiere y ni oír hablar.
Ocupado en distintas tareas,
he dejado pasar el tiempo, pero no ese tiempo atemporal, no, sino el tiempo
verdadero que nos hemos dado los humanos para hacer las cosas y que
cronometramos hasta la infinimilésima parte del mismo para aprovecharlo al
máximo en los quehaceres de la vida. Y lo he dejado pasar en hacer algunas
crónicas sobre la corte del Mariano de los tiempos atemporales para no ser cansino en esas críticas a las que
lo tengo sometido por mentiroso, inútil, deshonesto, indigno y otros adjetivos
calificativos de mayor envergadura, hasta terminar en indeseable y perjudicial.
Este Mariano atemporal, el
que nunca hablaría de la herencia, el que dijo que lo que no llevaba en su
programa, no lo iba a hacer porque no era como los demás, el que no iba a meter la tijera a las
pensiones pública, ni a la sanidad, ni a la educación, el que no pretendía abaratar
el despido, el que se oponía a cualquier subida de impuestos porque hacerlo significaría
más paro, más recesión y darle una vuelta de tuerca más a la maltrecha economía
de las familias y las empresas, el que iba a emplear un lenguaje claro y que
iba a decir la verdad sin adornos , ni excusas aunque doliera y llamar al pan,
pan y al vino, vino, el que… todo lo anterior lo dijo antes de noviembre de
2011, ¡claro está!, antes de su investidura como presidente del Gobierno de
España, al que llegó por decir y comprometerse con estas cosas con todos los
españoles. Justamente después de poner su mano sobre la Biblia y su juramento
ante la misma, empezó a hacer todo lo contrario, cometiendo a partir de
entonces, deslealtad y perjurio, para llevarnos a la mayoría de los ciudadanos a la miseria más mísera que podamos describir
en estos tiempos, donde la desproteción e indignidades a las que estamos
sometidos, se pierde en los albores de los tiempos
.
El tiempo atemporal es su
aliado más fiel. No le pide cuentas. Como es atemporal, ni pasa, ni deja de
pasar. Solo espera. Es como aquel que estaba acostado boca arriba debajo de la
higuera con la boca abierta esperando que madurara la breva para que le cayera
y así poder comer., este es el Mariano nuestro. Espera, espera y espera.
Mientras tanto el vendaval de la miseria asola las Españas con una virulencia
tal, que se ha llevado y lleva por delante a toda la sociedad del bienestar.
No hace mucho, el atemporal,
dijo eso de las raíces profundas y sin embargo los viejos árboles (entiéndase
derechos adquiridos y conseguidos por los ciudadanos) los ha socavado tanto que
uno tras otro han ido cayendo.
Antes de ayer, también el
atemporal, nos sorprendió con aquello de que la crisis es ya historia pasada en
España y que somos la envidia de Europa. ¡Joder con los europeos!, ya nos
copian hasta uno de los pecados capitales de los españoles por antonomasia,
como es la envidia. Es que somos la releche. De guapos que somos, no nos
aguantamos.
Y mientras tanto,
continuamos con las colas a los comedores sociales, a Caritas a recoger
alimentos, a las Hermandades, a los Bancos de Alimentos y… vamos bien. Más
recortes en Sanidad y… vamos bien. Más recortes en Educación y… vamos bien. El
paro no acaba de bajar y… vamos bien. Los desahucios no terminan de producirse
y… vamos bien. Más contratos precarios y… vamos bien. La pobreza infantil se
dispara y… vamos bien. Nuestros jóvenes emigrando en busca de trabajo a otros
lugares distintos a los de su nacimiento y… vamos bien. Los hijos y los nietos
comiendo de la hoya de los abuelos y… vamos bien. Los abuelos haciendo de
canguros y cayéndoseles las cejas por el estrés de una responsabilidad que no
es la suya y… vamos bien. Las parejas jóvenes planteándose de no tener hijos
porque no tienen que darles y… vamos bien. El tiempo atemporal le va muy bien a
el Mariano.
Me hubiera gustado escribir
sobre D. Mariano, el del tiempo, el de la tele en blanco y negro y no sobre
este otro, el de colores, como los
caballitos.
Obligatoriamente tenemos el
deber de rebelarnos en todas las próximas
elecciones y BOTAR al Mariano de los
tiempos atemporales y a toda su “pandilla” con nuestros VOTOS y echarlos al “limbo” donde estarán todos
ellos mejor, pues al parecer, allí, en ese lugar, no existe el tiempo o el
tiempo es atemporal o el lugar no existe, con lo cual, habremos cumplido con
nuestra obligación.
Como estamos en las fiestas
navideñas, pues nada, desearles que se vayan detrás de la pandereta, esa que
suena y suena y que no sabe a dónde irá
y si va a Belén, se queden allí y recen y purguen sus penas por largo tiempo
atemporal. Todo lo anterior, sin acritud, pero que nos dejen vivir en Paz con
la noche de Dios.
Simón Candón 14/12/2014